jueves, 27 de julio de 2017

LOS TRUCOS DE LA CREACION: TRES CASOS EN GARCÍA MÁRQUEZ





Un escritor se vuelve ducho en el oficio, poco a poco. Utiliza frases y giros preferidos, adjetivos o adverbios cercanos a su estilo, figuras literarias o no, personajes numerosos o limitados. Pero en cualquier caso, existen trucos propios del arte de la creación literaria, acerca de los cuales debemos tener conciencia. En ocasiones deben pasar desapercibidos. En otros momentos son evidentes, pero marcan un relato, un personaje o una situación. Hoy quiero referirme a tres casos concretos en parte mínima de la obra de García Márquez.


El PRIMER TRUCO: UNA CARÁCTERÍSTICA INOLVIDABLE DEL PERSONAJE

En su cuento “Me alquilo para soñar”, existe un personaje femenino, una mujer de origen colombiano que vivía en Viena, luego en Portugal y que finalmente es víctima de un accidente frente al malecón de La Habana. Al parecer tenía, o al menos afirmaba tener, una facultad innata para analizar los sueños de los otros.

En el fondo, el cuento es solo un pretexto de autor para dialogar con parte de sus lecturas e imágenes: con Freud, Borges y Neruda;  con Viena, Porto y La Habana; con la realidad y los sueños. De paso, para García Márquez el mundo de los sueños era solo un importante escenario de mensajes ocultos; para Borges es una realidad tan importante o más que la vigilia; para Neruda era un mundo subordinado a la realidad.

Pero el lector suele percibir el cuento que comentamos,  como la historia de una mujer que se alquilaba para soñar y descifrar los sueños de los otros. Todo porque García Márquez utiliza  algunos artilugios: ante todo, el título, que dirige al lector hacia un argumento central. Luego, por el hecho de que la  mujer, a quien el narrador bautiza como “Frau Frida” (un buen intertexto con parte de la tradición mexicana), tiene una característica externa inconfundible: un anillo en forma de serpiente con dos esmeraldas engastadas cual los ojos del ofidio. Es ese anillo el que da continuidad a la historia y caracteriza de manera clara al personaje en varias etapas de su vida. Hasta los sueños parecen diluirse  en la magia simbólica y un tanto absurda del objeto, único e irrepetible.  Un claro recurso de escritor, que funciona a todas luces.


EL SEGUNDO TRUCO: UNA FORMA NO USUAL DE NARRAR

La crónica de la muerte anunciada, es una obra sobre el sentido del honor en una sociedad tradicional. También es un diálogo claro con la tragedia griega, y un escrito sobre la violencia de la naturaleza humana en un poblado del Caribe; es también un relato sobre la fatalidad y la tristeza como parte de la condición humana.

Pero la obra tiene un elemento novedoso: en efecto, solía enseñarse en cursos, talleres y programas de escritura creativa, que una de las características del cuento es la sorpresa, que debía llegar casi siempre luego de un relato lineal en el cual la narración asciende gradualmente hasta lograr un pico de tensión y la resolución del “nudo” narrativo. En esta obra, desde la primera frase se sabe lo que va a suceder. Por ello, precisamente, la muerte de Santiago Nasar, anunciada y sabida por todo el pueblo, no es ninguna sorpresa. El lector avanza y va descubriendo que lo importante no es la línea “lógica” del relato, sino más  bien,  saber cómo pasaron las cosas. Lo que sucedió  ya lo sabe desde el inicio. Pero, se quieren saber detalles, motivaciones, y variantes en la percepción de la gente.

No hay ninguna sorpresa escondida después de un punto aparte. No hay engaño. En ese sentido la novela corta, disfrazada de “crónica”, rompe con muchos de los lugares comunes del género. Artificio de autor, que funciona claramente.


EL TERCER TRUCO: UNA SITUACION ALEJADA DEL HECHO CENTRAL PERO QUE SUGIERE UN CAMINO DE INTERPRETACION 
 
Recordemos parte del argumento. Un galán llegado de la Ciudad grande, se casa con una chica del poblado, en medio de las mayores celebraciones vistas en el sitio. En la madrugada, regresa a la chica a su familia, por no haberla encontrado virgen. En medio de la presión de su madre y sus hermanos, ella confiesa que el autor de su iniciación sexual es Santiago Nasar. Sin  embargo, algunos personajes piensan que existe la posibilidad de que el incriminado sea inocente y que Ángela Vicario (la chica que ha sido “devuelta”) estaba tal vez escondiendo la identidad del verdadero responsable.

Pero, existe un hecho sutil que lleva al lector en otra dirección: cuando Santiago acosa a la hija de la servidora y amante negra de su padre, no solo se limita a manifestar incluso delante de su madre, que “ya está lista para desbravar”. Y cuando se la encuentra a solas, la mano de Santiago se dirige de manera sistemática al sexo de la mulata indefensa.  Esos hechos sin duda muestran a Santiago Nasar como una especie de macho alfa no solo de su casa, sino también de su poblado.

Para el lector, a partir de allí, se dé cuenta o no,  es perfectamente posible que el estuviera implicado en la iniciación sexual de Ángela Vicario.  Con una descripción cruda, pero que constituye un hecho sutil y poco visible en el conjunto de la historia, García Márquez lleva a los lectores por un camino de dudas. Es este un interesante recurso narrativo.

 


sábado, 22 de julio de 2017

AMIN MAALUF Y EL PODER DE LA ESCRITURA

AMIN MAALUF Y EL PODER  DE LA ESCRITURA:
El personaje y las múltiples patrias en “León el Africano”



Me he vuelto a encontrar con un libro prodigioso, que mezcla como pocos pueden hacerlo, un relato apasionante con una prosa grata, sencilla de leer pero seguramente muy difícil de escribir. Una incursión magistral en los terrenos de la historia del Mediterráneo en los siglos XV y XVI, una visión desde las varias orillas de ese mar que ha unido y separado culturas y civilizaciones. Se trata de León el Africano, del autor libanés radicado en Francia, Amín Maaluf.

Obra escrita ya hace tres décadas, tiene sin embargo una actualidad palpitante. Es la historia de alguien de familia andaluza árabe,  nacido en Granada, pocos años antes de la caída de la ciudad en manos de los cristianos en el proceso de reconquista dirigida por Castilla. Desde España o desde América Latina pensamos en esa época como el comienzo de la gran aventura en tierras americanas. Casi nadie se pregunta por el destino de aquellos que, en lugar de ganar un nuevo país, perdieron el que consideraban suyo.  

El caso es que la migración --de religión o de geografía-- se impuso para los moros de España  y con ella la pérdida de parte de la identidad originaria. Un primer destino  sería Fez, en Marruecos. Allí encontramos  el proceso de educación del joven Hassan al-Wazan, llamado "El Granadino" por sus amigos. Y con ello, percibimos las primeras aventuras personales e intelectuales en medio de las guerras persistentes que oponían a los dos lados del Mediterráneo.

La primera descripción del personaje, de una riqueza extraordinaria, no puede ser más elocuente:

“…pero no vengo de  ningún país, de ninguna ciudad, de tribu alguna. Soy hijo del camino. Mi patria es la caravana, y mi vida la más inesperada de las travesías... Mis manos han conocido una vez y otra las caricias de la seda, los maltratos de la lana, el oro de los príncipes y las cadenas de los esclavos.  Mis dedos han separado mil velos, mis labios han hecho sonrojar mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y morir imperios……”    

Si la juventud vio pasar ante sus ojos la Ciudad marroquí, si el comercio trashumante y las caravanas de camellos fueron el resultado lógico, el paso a una vida adulta en medio de luchas de poder se dará en tierras lejanas, en El Cairo. Allí entrará Hassan en contacto con el gran imperio otomano, el otro lado, el Mediterráneo oriental.

Los años pasan, y una circunstancia del destino lo pone en manos de piratas sicilianos. Llega como prisionero en Roma, ciudad en la que, lo que más extrañaba era las horas del día definidas por el llamado del muecín a las oraciones de la religión de sus padres. Su conocimiento del mundo de la época y su manejo de los idiomas, lo llevan a ser protegido de Julio de Médici, el famoso Julio II, papa de la cristiandad.  Por ello, al final de su reflexión, puede decir, según el narrador de Maaluf: 

Mi sabiduría vivió en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia”.  

Transferido una, dos, tres veces, ejerciendo oficios diversos y viajando por las tierras conocidas de la época, nos encontramos con un personaje cuya caracterización avanza poco a poco de la mano maestra de Maaluf.  Llamado "Granadino" en Marruecos,  "Fezí" en Egipto,  "Egipcio" por los otomanos, será denominado simplemente como “El Africano” en la corte Vaticana. “León”, el nombre adoptivo puesto por su protector cristiano,   será el último que lleve y por el cual lo conoce la posteridad.  Alguien histórico de tantos quilates y diversidad, requería un escritor muy especial.  Lo más notable, desde la perspectiva de la  creación, es la caracterización del personaje, sin duda memorable en  la historia de la literatura.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que un lector contemporáneo, hubiera querido saber más sobre el personaje: Sus dudas , sus sueños de infancia, sus relaciones normales con la trasgresión a los dictados severos de su fe, su figura física, algún hecho distintivo --una cicatriz, un lunar, una nariz con una curvatura especial--, el color de sus ojos, sus enfermedades, sus sueños eróticos, su conciencia luego de los primeros vinos prohibidos de su juventud, sus mezquindades y sus iras innecesarias, sus resignaciones y las modalidades de su ambición, o si alguna vez faltó a la palabra empeñada, si prefería las frutas a las hortalizas, y cuantas veces prefirió dormir hasta que el sol en lo alto se colara por entre las cortinas de su ventana, en lugar de asistir fielmente a las oraciones prescritas por su religión.

Como había sucedido con sus Patrias anteriores, la invasión de Roma por los ejércitos de Carlos V provocará un nuevo exilio, esta vez en Túnez. No lo dice el libro, pero seguramente su nombre volvería a cambiar en ese nuevo destino. En cualquier caso, encontramos un consejo extraordinario en la página final:

“No dudes nunca en alejarte, más allá de todos los mares, más allá de todas las fronteras, de todas las patrias, de todas las creencias”.

Solo le faltó a Maaluf recordar que a lo mejor su narrador quería terminar diciendo:

      “Conserva la fidelidad solamente para tu verdadera patria: la escritura”.