martes, 2 de junio de 2020

CÓMO ESCRIBE MURAKAMI

Murakami y los mecanismos de la creación

El escritorio de Haruki Murakami


Leí hace poco los dos tomos de la edición en español, de “La Muerte del Comendador”. Y luego por una sugerencia, encontré muy placentero un libro anterior de Murakami: “Baila, baila, baila”, título equívoco o quizás no, dado que en la novela no encontramos gente que explícitamente baile en parte alguna. Eso si, la trama se mueve —y los personajes a  través de ella— al son persistente de la música. 

Recordemos que la música y los gatos están presentes en las obras del más occidental de los escritores asiáticos, uno de los autores más leídos en los últimos diez años en el mundo. He acudido de nuevo en esa búsqueda, a De que hablo cuando hablo de escribir, libro que tiene ya 5 años (en español 3), pero que releo e vez en cuando. 

Siempre cabe la pregunta sobre si a escribir se aprende;  cada vez tengo más claro que la respuesta es afirmativa, así como se aprende a pintar, o a esculpir la piedra o la madera, o el vaciado en bronce, o a nadar o a conducir un auto.  Pero es cierto que, en el caso de las artes —la escritura creativa incluída—, “por encima de todo se necesita cierta predisposición. Hay quienes nacen con ella, y otros la adquieren a base de esfuerzo” (“De qué hablo…”Págs. 19 y 20). Pero aún si se tiene esa predisposición, y  una cierta estética, no basta. Es necesario según el autor, un trabajo lento y que puede incluso llegar a ser fastidioso (pág. 23).  La persistencia y la disciplina son consideradas por él  como uno de los ejes de su trabajo: “los escritores somos como ese tipo de pez que muere ahogado si no nada sin descanso” (pág. 30). Bello ejemplo que podríamos entender más claramente si montamos en una bicicleta normal (nó una estática) nos damos cuenta de que, el requisito para conservar el equilibrio es ponerse en movimiento o permanecer en él. Si la bicicleta se detiene, el ciclista se cae, salvo que descienda. Si el escritor se detiene, todo está perdido.

Ahora bien, ¿cómo saber si tenemos o no esas cualidades? “Solo hay una forma de encontrar la respuesta: tirarse al agua y comprobar si flotamos o nos hundimos”(pág. 30). El ritmo sostenido, el esfuerzo regular y la concentración, son características sobre las que Murakami vuelve en otro capítulo del mismo libro. Los pasos que el autor utiliza son claros. No es una recomendación para nadie, porque cada escritor(a) es un mundo con sus propias ideas y rutinas. Pero ayuda ver cómo trabajan los otros:

El comienzo: “Lo primero que hago es (…) poner en orden todas las cosas encima de la mesa”. Es interesante: la fotografía del estudio de Murakami, no lo muestra lleno de libros; los muchos que debe haber leído o tiene en fila para leer, están en otra parte, diferente al sitio en el cual escribe, que es sobrio y despejado. En cambio, hay una buena colección de discos de vinilo y dos altoparlantes de vieja usanza, que muestran su amor por la música y el sonido de calidad. Un gran sofá, varias sillas, y un escritorio que más parece una tabla de buena longitud en la cual encontramos un iMac —genial por ser el Mercedes Benz de los computadores, pero también por el tamaño de su pantalla—, un solo libro que por lo visto está leyendo, algunos objetos, el teclado, y oh sorpresa, una impresora pequeña.  

Uno podría creer que Murakami corrige completamente en la pantalla de su computador. La buena colección de lápices casi idénticos (grafito tradicional en madera hexagonal, despuntados todos al detalle), hacen pensar que prefiere corregir una buena parte de su trabajo, utilizando lápiz y papel. Sorprende pues, que la impresora sea casi de bolsillo. Lo interesante es que no aparece o no se interesa en mostrar que exista la parafernalia de mecanismos tan usuales en otros escritores: tablas y corchos llenos de afiches, mapas,  cuadros de personajes y diálogos, mapas mentales para la escritura de cuentos o novelas, ojalá con líneas de varios colores;  libros de consulta, diccionarios, atlas y demás; carpetas y papeles por todas partes.  Caben dos posibilidades:  o bien se encuentran en un anexo cercano; o bien todo va yendo a parar a su computador, incluyendo la sistematización de la información. No lo dice, pero es altamente probable que utilice Scrive, o su equivalente en japonés; sabemos que es el mejor sistema inventado hasta ahora para facilitar la escritura literaria.

Según todo indica, escribe en japonés, aunque al parecer piensa mucho en inglés. Él mismo nos cuenta de dónde vino su estilo en los primeros años; decidió escribir en inglés para no imitar a los autores japoneses clásicos, pues quería hacer algo distinto. Pero sobre la marcha descubrió que tenia carencias de ese idioma para el trabajo literario, con lo cual tenía que escribir más breve, sencillo y directo. Quizás hayan influido también algunos autores estadounidenses de su preferencia. Después de un tiempo, comenzó a hacerlo así en japonés —si creemos su versión—. Esa manera de hacerlo no lo abandonaría nunca (págs. 35 y ss.).

Así, pues, lo primero sería “limpiar” la mesa de todo aquello que estorbe a la escritura de la novela o que distraiga.  Obsérvese que hay muy poco objetos, que son más bien sus amuletos personales: provienen de diversos sitios del mundo. Ni una katana, ni una taza de té tradicional —solo una taza de café suiza—, ni una foto de un kimono o un sombrero de cono; no un tatami sino un tapete normal. Murakami es japonés en esencia, pero un japonés del siglo XXI, no de la época de los shogunes, y además con vocación universal. Es un escritor que claramente se mueve en la “literatura-mundo” y no en la literatura local de su país o de su idioma.


Segundo: Ahora bien, una vez que comienza su proceso de escritura, nos dice que trabaja entre 4 y 5 horas continuas, desde temprano en la mañana, hasta llenar “dos pantallas y media” (pág. 141). Al parecer trabaja todos los días, y siempre tiene que cumplir con su meta personal. “Escribo mis (…) páginas a diario, como cualquier persona que ficha a la entrada y la salida del trabajo”

Si hacemos el promedio, debe dar unas 75 páginas al mes, como mínimo. Él se ocupa más de las novelas largas, pero si pensamos en las cortas, que suelen tener entre 100 y 150 páginas, podría pensarse que la primera versión de una novela corta de su autoría debería estar lista en dos meses como máximo.  Claro, esto después de haber pensado un poco antes de comenzarla, y de haberse documentado, quizás mientras se escriben otras cosas.   Recuérdese que, por ejemplo, la célebre escuela de escritura creativa de N. York establece un promedio de 1000 a 1100 palabras por día, durante por lo menos 6 días a la semana. Ya hay un argumento, y unas líneas generales. Pero la literatura comienza en verdad solo después de la siguiente versión del escrito.

Tercero: Vienen luego las versiones siguientes de la novela —también se podría aplicar a los cuentos—. Un descanso del manuscrito en un cajón por un promedio de una semana, o máximo dos, y luego la segunda versión (Murakami la llama la “primera reescritura”); dedicada a afinar la trama, a corregir las grandes líneas, a examinar las incoherencias que puedan haber quedado, a sacar lo que no encaje.  Esta versión puede tomarle según el, un promedio de dos meses para los escritos cortos. 

Luego de otra semana, viene la versión tres (“segunda reescritura) dedicada a corregir de preferencia la descripción, los paisajes y los diálogos. Pese a que no lo dice, seguramente también le sirve para introducir figuras literarias que son una constante cada 3 o 4 páginas en sus escritos. La idea es que en esta versión exista una gran coherencia, un sentido estético y “que el relato fluya con naturalidad”. 

Cuarto: Dependiendo del estado del manuscrito, lo que sigue es la serie de correcciones puntuales (no lo dice, pero puede asumirse que afina escritura y sintaxis al final). Suele someter luego el escrito a la lectura por parte de algunas personas cercanas, y luego, después de las últimas correcciones, viene el trabajo con la Editorial. Hoy día sabemos que en la mayor parte de los casos —por lo menos en los países desarrollados— el trabajo previo con el Agente literario es un buen mecanismo que abrevia luego el de la Editorial.

Lo más importante es que no aparece la falsa idea de que el escritor sea un personaje inspirado por alguna musa o una divinidad, o que se mueva automáticamente movido por su genio. Se trata claramente de un trabajo de cuidado, afinación, correcciones, enfoque más preciso. Por ello, afirma Murakami que “en resumen, reescribir es fundamental” (pág. 153). 

Como se ve, es simpático saber cómo algunos de nuestros escritores preferidos abordan su proceso de creación en los detalles.