
LAS GANAS DE CONTAR
Al servicio de la creación narrativa. Un blog del escritor DIEGO CARDONA C.
Nuestra tarea es hacer que los otros oigan, sientan y vean, por el poder de la palabra escrita. Eso y nada más, pero no es poco (J. Conrad)
"Continúa escribiendo. Trata de hacer un poco cada día, aún si el resultado no parece el mejor. Ir de la página cuatro a la página cinco es más importante que gastar tres semanas haciendo perfecta la página cuatro una y otra vez". (A. D. Foster)
- M.A. IN SPANISH WITH A CONCENTRATION IN CREATIVE WRITING. University of Houston. Duración: 4 semestres académicos. En español
- PhD in Spanish con concentración en Escritura Creativa. Abrió en 2017. Énfasis en trabajo con la comunidad hispanófona de la región alrededor de Houston.
- MASTER EN ESCRITURA CREATIVA, Universidad Complutense. Facultad de Ciencias de la Información. Duración: 4 semestres académicos. La calidad literaria sería mejor si el programa tuviera alguna relación con la Facultad de Filología, que es la que administra los programas de Literatura
- MFA IN CREATIVE WRITING IN SPANISH. New York University (NYU). Duración: 4 semestres académicos. Un programa de calidad excepcional, sumado a la inmensa vida cultural de la Ciudad. Sin duda el mejor Master en español, en Estados Unidos. En el top en los programas de Master en su género.
EL SERVIDOR DE LA PIEDRA*
El hombre parecía sembrado en el río, se movía lento y permanecía con los ojos cerrados. Tenía un color cobrizo, su oficio lo obligaba a estar todo el día a la intemperie, sumergido en el agua sacando arena del lecho del río. La mecánica labor de hundir la pala, levantarla rebosante de piedras esquivando la corriente y arrojar su carga a la orilla, le parecía un gesto que no necesitaba mayor razonamiento. Poco hablaba con los otros hombres de la cuadrilla. A ellos correspondía cernir la arena y subirla a las volquetas, a otros empujar las carretillas, preparar la mezcla con el cemento y construir los muros. No sabían que la caricia constante del agua en las piernas del hombre cobrizo, le hacía ver imágenes en el flujo cristalino. La figura de un anciano se le dibujaba en la corriente y le hablaba: Nadie se baña dos veces en el mismo río, le decía. Y su apariencia de viejo sabio le era familiar. Le recordaba a Éfeso, una ciudad a orillas del mar Egeo donde debió conocerlo, muchos años atrás sin que su memoria pudiera retener cuántos, hablando del fluir del tiempo. Inquieto hundía su pala en el limo queriendo desentrañar el origen de sus visiones. El agua corría pero él seguía siendo el mismo, a pesar del constante discurrir del río. Al menos eso creía, aunque a veces le costaba trabajo reconocerse en el hombre cobrizo que miraban los otros desde la orilla. No sólo era quien permanecía sumergido, sino que, sin duda, era alguien más...
Tenía en su hombro izquierdo una cicatriz. No recordaba cuando sufrió la herida que lesionó su piel dejándole un surco profundo. En las noches soñaba que soportaba una pesada carga, arrastraba penosamente con otros hombres un trineo. Miraba hacia atrás y alcanzaba a distinguir entre las cabezas de la cuadrilla, un inmenso bloque de granito. Sentía sus pies luchando fatigados sobre la arena chispeante, animados por las voces de sus capitanes y un coro respondía gravemente con invocaciones al fuego divino que brillaba en el firmamento. Casi le dolía despertar y entreveía que volver al río era un castigo, porque su verdadera vida se encontraba en las sombras del sueño. Y todas las noches avanzaba un trecho arrastrando el trineo. Despertaba invocando el nombre de Osiris, dios del Tiempo que le deparaba su verdadera identidad.
Había soportado el sol sin ampararse de su calor toda la vida. Los ojos inexplicablemente alargados, la nariz y la boca de rasgos asiáticos le daban una apariencia de extranjero. No era como todos y acaso sabía más que los otros de mundos lejanos. Agradecía a Ra los rayos de luz portadores de vida por la mañana y sin otra palabra comenzaba su labor. Meditaba. Hundía la pala, soportaba el peso de su carga y con un giro la arrojaba afuera. El tema de sus sueños le ayudaba a trabajar. Sintió que él con la mole de piedra que aparecía en sus sueños se iban acercando a su destino. Debían llegar a la pirámide donde habría de reposar el cuerpo dormido del faraón, quien después de los ritos alcanzaría la inmortalidad y ascendería por la pendiente al sol. De repente, el gravillero del río comprendió que como el faraón, también él era inmortal.
Constructor de pirámides, esclavo en la cuadrilla, osó penetrar al templo donde el sacerdote oficiaba a Rai, hijo de Hamset, los ritos del tránsito a la otra vida, asegurándole a aquel la inmortalidad al cuerpo. Escondido tras una columna, vio al sacerdote cubierto con una piel de pantera tocar con su bastón la cara, abrir con sus manos la boca y los ojos del cadáver, mientras recitaba las palabras sagradas. Sin merecerlo, escuchó y aprendió las oraciones que aseguraban la resurrección. Luego, él mismo se cubrió de sal y soda, ungió su cuerpo con aceites y vendándose con linos que portaban palabras de la fórmula, pronunció sin tener derecho el nombre indecible del Dios reclamando la inmortalidad. Y fue condenado por ello. Debía vivir eternamente, preso en su condición de servidor de la piedra.
El bloque que arrastraba en sus sueños había llegado a su destino. Debía morir como Osiris, ahogado en el río. Antes de hundirse totalmente recordó el canto de la arpista: Algunos cuerpos están en marcha; otros entran a la inmortalidad desde los tiempos antiguos... Añoró las arenas del desierto de la necrópolis de Menfis donde debería estar su cuerpo sepultado, si no hubiera desafiado el poder del dios. Pero su destino era volver a vivir en el mismo cuerpo cerniendo la arena en la orilla.
*Escritora colombiana. Este cuento forma parte de su libro Breviario del tiempo, Cali, Universidad del Valle, 2012, pags. 75-77