domingo, 19 de septiembre de 2010


UN EJERCICIO DE ESCRITURA CREATIVA: BOLIVAR Y SU ULTIMA CARTA A FANNY

La última carta de amor de Bolívar (cuya memoria nos pertenece a todos y no solo a un país o a un movimiento político), es casi una pieza literaria de la época. Es doblemente significativa, si entendemos que Manuelita fue su gran pasión, pero Fanny (su prima Fanny de Villars), fué el amor de su vida. Por otra parte, esta carta fue escrita por él mismo, ya a punto de partir en Santa Marta.

Si la vemos como parte del género epistolar, que tan importante fue en la literatura de las generaciones anteriores, tiene sin duda sus virtudes. Escrita en primera persona, mezclando pasado, presente y tiempos continuos, trae a colación una doble pertenencia: La relación afectiva con Fanny (el otro personaje y a quien va dirigida), y la auto-descripción del narrador, cuyo punto de vista es el predominante en el relato. El aire de despedida, el carácter personal de sus consideraciones, la fluidez verbal, son características fuertes de esta prosa.

Un juicio contemporáneo, afirmaría que hay en el escrito, numerosas figuras decimonónicas, repeticiones y exageraciones. Veamos:

Primero: Las figuras poéticas decimonónicas: El “relámpago que fulgura sobre el abismo”, la “ilusión serafina”, las “últimas congojas”, las “níveas castidades”, las “tristezas y lágrimas que no llegarán a verter (sus) ojos”, las “últimas fulguraciones de la conciencia”. Estas figuras, lo sabemos, pertenecen al pasado. Ningún escritor de calidad escribiría hoy de tal manera.

Segundo: Repeticiones tales como las “grandes bellezas y grandes hermosuras”. Es cierto que una repetición es válida, si lo es dentro del mismo campo semántico. Pero no lo es cuando es evidente en extremo, como en este caso.

Tercero: Exageraciones poéticas como: “El cielo mas bello de América”, “la más hermosa sinfonía de colores”, “el más grandioso derroche de luz”. Así es el trópico, quizás, y esos días de Diciembre de 1830 debieron haber sido despejados y luminosos, como suele ser entre Diciembre y Febrero cada año en el Caribe. Ningún escritor nórdico escribiría así, pero desmesuras semejantes encontramos en Conrad, García Márquez o Rushdie, y en una época más reciente en William Ospina, sin que por ello desentonen. En ocasiones, aquí está parte de su fuerza narrativa.

En un Taller de escritura creativa de hoy, la carta a Fanny, obtendría una calificación mediana o incluso baja. Pero en uno de su siglo, un profesor equilibrado la hubiera podido evaluar con un 8 o 9/10, y no deberíamos reprocharle por ello. El Bolívar escritor, era obviamente hombre de su tiempo y una mínima porción del Bolívar más importante: el del estratega y hombre de acción. Veamos la carta comentada:

Querida prima: ¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro?

Ha llegado la última hora; tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1805.

Por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz. Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan; tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia.

¡Adiós Fanny! Esta carta, llena de signos vacilantes, la escribe la mano que estrechó las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de la fe.

Esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y Carabobo; esta es la letra escrita del decreto de Trujillo y del mensaje del Congreso de Angostura.

¿No la reconoces, verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante.

Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado en los campos de un sol de primavera.

Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores, víctima de un inmenso dolor; presa de infinitas amarguras. Te dejo el recuerdo de mis tristezas y lágrimas que no llegarán a verter mis ojos.

¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda?

Estuviste en mi alma en el peligro, conmigo presidiste los consejos del gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos mis reveses, tuyos son también mi último pensamiento y mi pena final.

En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola de Byron por las calles de Venecia, en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú; porque tú flotabas en mi alma mostrada por las níveas castidades.

A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las últimas congojas apareces ante mis ojos de moribundo con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas y en tu voz escucho las dianas de Junín.

Adiós, Fanny, todo ha terminado. Juventud, ilusiones, risas y alegrías se hunden en la nada, sólo quedas tú como ilusión serafina señoreando el infinito, dominando la eternidad.

Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.

Santa Marta, 6 de diciembre de 1830.