lunes, 4 de abril de 2011


SOCIEDAD Y ESCRITURA CREATIVA: LA VIEJA POLEMICA SOBRE EL COMPROMISO

Algunos colegas escritores en el mundo (y América Latina no es la excepción) parecen tomar posiciones, en sus escritos literarios y en los de opinión, bien sea por el realismo o por otras expresiones, bien por la necesidad de expresar la belleza formal en el arte de escribir, o bien por escribir con contenidos profundos. Otros afirman que la literatura debe dar cuenta de la realidad que rodea al escritor, y otros más, que su única realidad legítima es la literaria. Algunos escriben con una visión popular, y otros parecen hacerlo para las élites, incluso las intelectuales. Estas polémicas extra-literarias, hacen relación a las viejas discusiones sobre el sentido del compromiso: si lo es con un sector social o con una escala de valores, o con un grupo humano, o con la literatura misma, o si el escrito debe expresar una posición política; si el escritor expresa o debe expresar la realidad, o si crea su vez realidades que le son propias o expresa realidades que no necesariamente son las de su tiempo. En cualquier caso, la polémica es real, pero puede también ser estéril, si no entendemos que, de lo que se trata siempre, es de hacer literatura y de la buena. Lo demás, será solo un panfleto o una columna de opinión. Al respecto, acabo de encontrar una maravillosa frase que Humberto Eco atribuye a Barth. La transcribo porque a pesar de que al parecer data de 1967, tiene hoy día más vigencia que nunca:

“Mi escritor postmoderno ideal no imita ni repudia a sus padres del siglo XX ni a sus abuelos del XIX. Ha digerido el modernismo, pero no lo lleva sobre los hombros como un peso (…). La novela postmoderna ideal, debería superar las diatribas entre realismo e irrealismo, formalismo y escritura de contenido, literatura pura y literatura comprometida, narrativa de élite y narrativa de masas…La analogía que prefiero es mas bien la que podría hacerse entre (la actitud post moderna) y el buen jazz o la música clásica; cuando volvemos a escuchar y a analizar la partitura, descubrimos muchas cosas que la primera vez no habíamos percibido, pero la primera vez tiene que ser capaz de atraparnos como para que deseemos volver a escucharla, tanto si somos especialistas como si no lo somos”
(John Barth, citado por Humberto Eco en “Apostillas a El nombre de la rosa”).

No muchos conocen a Barth en nuestros días. Sin embargo, cómo no recordar sus dos manifiestos? El primero, de 1967, “La literatura del agotamiento” que pone de manifiesto la serie de textos cerrados sobre si mismos, de búsqueda de los grandes inquietudes existenciales de todos los tiempos, característica de Borges. El segundo, de 1980, “La literatura de la plenitud”, que él considera expresada en primer lugar por esa saga circular de lenguaje abierto, y escrita para todo el mundo: “Cien años de soledad”. Humberto Eco, en sus “apostillas”, nos recuerda que Jorge de Burgos, el gran bibliotecario de El nombre de la rosa, es nada menos que su imagen de Borges, el bibliotecario de Babel. Como en Borges o en García Márquez, la frase admirable de Barth condensa los contrarios y su sinsentido.