martes, 5 de enero de 2010


SOBRE LOS NUEVOS NARRADORES LATINOAMERICANOS (QUE NO ESCRIBEN LITERATURA LATINOAMERICANA)

Jorge Volpi nos recuerda que las generaciones posteriores al boom latinoamericano escriben, quizás desde América Latina o en otros países; y que con frecuencia algunos de los múltiples fragmentos de América Latina o del mundo están en sus escritos; pero que, a su vez, sería difícil hablar hoy día de una literatura latinoamericana específica, o con pretensiones de totalidad. Veamos dos párrafos de Volpi, el primero como un comentario elogioso de Bolaño y el segundo, como una posición generacional que no podemos desconocer. Veamos:
De manera genial e inesperada, Roberto Bolaño se empeñó en retorcer la idea de América Latina como no lo había hecho nadie desde García Márquez. Sus descripciones de México o Chile, por poner los ejemplos más notorios, se convirtieron en hologramas de América Latina: fragmentos truncos y dispersos, movedizos y volátiles, sin un sustento ideológico claro, que no pretendían ser leídos como piezas coherentes de un rompecabezas, como en el gigantesco ciclo “La edad del tiempo” de Fuentes, sino como trozos autónomos pero provistos con distintos niveles de información sobre América Latina en su conjunto. Su ambición no era la de Balzac —o, insisto, la de Fuentes o Vargas Llosa— y su objetivo estaba muy lejos de una enciclopedia de América Latina como la tramada por el Boom; sus textos pertenecen en cambio a otra era y se construyen de forma semejante a los vínculos de la Red: obras dispersas, de tamaño, composición y estilos variables, que se hallan interconectadas entre sí, y cuyas historias saltan de un formato a otro. Si uno hace clic en cierto lugar de La literatura nazi en América (1996) llega a Estrella distante (1996) o, a la inversa, un pasaje de Los detectives salvajes conduce a Amuleto (1999), por no hablar de las infinitas conexiones abiertas en 2666.

Los escritores nacidos a partir de los sesenta, si bien no dudan en buscar escenarios e historias ajenas a América Latina, continúan situando buena parte de sus libros en sus respectivos lugares de origen, aunque sin el anhelo de preservar los parámetros de la literatura nacional. No podemos leerlos como partes de un rompecabezas latinoamericano, porque ese rompecabezas es una ilusión: no hay nada que construir con ellos, no son ladrillos o piezas de un Lego que puedan ensamblarse para articular una obra mayor. Ahora los vínculos son fluidos, líquidos, nunca estáticos: uno acaso puede transitar de una novela a otra o de un relato a otro, pero no asimilarlos en un corpus común. Por el contrario, cada uno de estos libros constituye una unidad en sí misma o, en un sentido más trágico, un reflejo de las ruinas de América Latina, ese territorio mítico que fue imaginado —y celosamente protegido— por sus padres y abuelos, pero que ya no existe más. La utopía latinoamericana se ha desvanecido; nada queda de El Dorado excepto su memoria
.
Interesantes las afirmaciones de Volpi, ¿verdad?. Pero, ¿en todo García Márquez no se pulsa acaso la misma secuencia de relaciones que él cree que se inauguró con Bolaño? Por otra parte, debemos preguntarnos además: ¿Será Naipaul una representación de la literatura caribeña? ¿O Pitol, de la literatura mexicana o la del Nafta? ¿Acaso existe hoy en dia algo distinguible como “Literatura Argentina”, o Colombiana, o Peruana? ¿Existió alguna vez la "literatura centroamericana"? ¿Puede aun distinguirse la literatura francesa de la alemana contemporánea? ¿Qué es lo que caracteriza a la “literatura africana”? ¿Podemos hablar hoy dia de literatura egipcia, o sudafricana o senegalesa? Habrá algo característico de la literatura islandesa contemporánea? Y sin embargo, Auster, Pamuk o Fuentes no son tambien acaso representaciones locales?

Cuando existían las Escuelas o eran distinguibles, era fácil decir que los escritores de una Escuela se parecían entre ellos, y se distinguían de las Escuelas "vecinas" o competidoras. ¿Seria posible sostener esa distinción en nuestros días? ¿En que ha quedado la vieja receta que dice que un escritor debe expresar su realidad local o nacional? ¿Sera asi con Murakami, Banville o Baricco? ¿Lo fue en el caso de Conrad? ¿O con buena parte de la obra de Shakespeare? ¿Tendrá sentido pensar que cada escritor(a) de América Latina pretenda escribir el “Ulyses” de su ciudad o su región, o quizás del continente todo, como quizas pretendieron algunas de las sagas del boom?

Quizás debamos reconocer que nos movemos todos entre extremos diversos: Entre lo local, lo regional y lo universal; entre el realismo social, el "realismo sucio" y el elitismo preciosista de la palabra escrita; entre la subjetividad y la crónica; entre la pretension nacionalista y su contrario; entre la aspiración totalizadora y la diseccion de fragmentos de vida; entre la idea de que para ser universal hay que romper con el molde local, y aquella que sostiene que el localismo más profundo, puede ser en sí mismo universal, a condición de tratar temas que rompan con la lógica local y que esté elaborado con gran estética.

Todas estas aproximaciones son válidas y podríamos citar múltiples ejemplos en apoyo de unas u otras. Lo único claro es que existen latinoamericanos(as) que hacen literatura, pero no es claro si podemos seguir hablando de una "literatura latinoamericana". Logró el boom romper el cascarón? O creó uno nuevo que, algunos(as) tratan de atravesar hoy dia?