domingo, 22 de agosto de 2010


A PROPOSITO DEL CUMPLEAÑOS 75 DE FERNANDO DEL PASO

El extraordinario escritor mexicano Fernando del Paso ha cumplido 75 años en el 2010. Ha sido generoso su aporte a la cultura mexicana y de nuestro continente. “Josè Trigo”, “Palinuro en Mèxico” y en especial su novela cumbre “Noticias del Imperio”, son sus obras màs representativas. Los que hemos vivido y amado profundamente la tierra mexicana y sus gentes, no podemos menos que repensar la vida y la cultura cada vez que leemos “Noticias del Imperio”, libro maravilloso, expresivo, profundo, que vió la luz en 1987.

Es esta una novela escrita con tino, con amor por el México real y el ilusorio, y por el sueño de esa pareja austro-belga (Maximiliano y Carlota) que, inocente en medio de su ambición, quiso gobernar desde el Anáhuac un Imperio mucho mayor de lo que sus sueños de infancia europea hubieran podido imaginar. En cada página, en cada rincón de este espacio colorido y depurado, allí está el México profundo, complejo, mestizo, vivo, inolvidable, como solo puede captarlo quien lo haya recorrido, y conozca su historia y su pensamiento, su identidad y sus raíces. También está, oh paradoja reivindicativa, el sueño mexicano visto por un par de europeos que terminaron consumidos por el país americano.

He estado oyendo esta semana, una y otra vez, el magnífico CD que, en honor a Fernando del Paso, publicaron hace 10 años el Fondo de Cultura Económica y Difusión Cultural de la UNAM. ¿Cómo no estremecerse al oir los Monólogos inicial y final de "Noticias del Imperio", ambos de Carlota, leídos por su autor?
Anexo un corto archivo con su lectura, como si fuera continua, de un poco más de 7 minutos. Vale la pena repetirlo, tratar de digerirlo poco a poco; después, no olviden leer el libro. Así quizás, los no mexicanos tengan una idea del México profundo. Y los mexicanos puedan captar mejor un episodio singular de su pasado. Unos y otros, podremos deleitarnos con una novela de muy alta calidad narrativa, hecha con amor por la palabra y la historia en su versión más humana, sin que falten la alegría y el dolor, la gloria y la soledad.
Gracias, Don Fernando del Paso por el maravilloso regalo que nos ha hecho a quienes amamos a la buena literatura y a la entrañable tierra mexicana. Disfrutemos su obra, mientras Tonantzin y los hados del Anáhuac nos permiten volver, pese a tiempos de exilios temporales en mundos extraños y a veces ajenos.



CORTAZAR Y EL ARTE DEL CUENTO

Hace ya 40 años que se publicó en la revista "Casa de las Américas", el texto de una magnífica conferencia de Cortázar, dedicado a examinar algunos aspectos del arte del cuento. El texto no ha perdido actualidad, y lo traigo por su utilidad para el trabajo creativo. Se publica en dos entradas, para facilitar su lectura y asimiliación. Los subtítulos son del autor de este blog.

ALGUNOS ASPECTOS DEL CUENTO (Primera Parte)

El cuento, entre lo real y lo fantástico:

…Voy a decir en pocas palabras cuál es la dirección y el sentido de mis cuentos. No lo hago por mero placer informativo, porque ninguna reseña teórica puede sustituir la obra en sí; mis razones son más importantes que esa (…) me parece de una elemental honradez definir el tipo de narración que me interesa, señalando mi especial manera de entender el mundo. Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género llamado fantástico por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse como lo daba por sentado el optimismo filosófico y científico del siglo XVIII, es decir, dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa y efecto, de psicologías definidas, de geografía bien cartografiadas.
En mi caso, la sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable, y el fecundo descubrimiento de Alfred Jarry, para quien el verdadero estudio de la realidad no residía en las leyes sino en las excepciones a esas leyes, han sido algunos de los principios orientadores de mi búsqueda personal de una literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo (...)
Tengo la certidumbre de que existen ciertas constantes, ciertos valores que se aplican a todos los cuentos, fantásticos o realistas, dramáticos o humorísticos. Y pienso que tal vez sea posible mostrar aquí esos elementos invariables que dan a un buen cuento su atmósfera peculiar y su calidad de obra de arte.

El cuento y la novela:

(…) Nadie puede pretender que los cuentos solo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable; en segundo lugar los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquellos solo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades.

(…) Pero si no tenemos una idea viva de lo que es el cuento habremos perdido el tiempo, porque un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia. Solo con imágenes se puede trasmitir esa alquimia secreta que explica la profunda resonancia que un gran cuento tiene entre nosotros, y que explica también por qué hay muchos cuentos verdaderamente grandes.

Para entender el carácter peculiar del cuento se le suele comparara con la novela, género mucho más popular y sobre le cual abundan las preceptivas. Se señala, por ejemplo, que la novela se desarrolla en el papel, y por lo tanto en el tiempo de la lectura, sin otro límite que el agotamiento de la materia novelada; por su parte, el cuento parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, al punto que en Francia, cuando un cuento excede las veinte páginas, toma ya el nombre de nouvelle, género a caballo entre el cuento y la novela propiamente dicha.

En ese sentido, la novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un “orden abierto”, novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación. No sé si ustedes han oído hablar de su arte a un fotógrafo profesional; a mí siempre me ha sorprendido el que se exprese tal como podría hacerlo un cuentista en muchos aspectos. Fotógrafos de la calidad de un Cartier-Bresson o de un Brasai definen su arte como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de la realidad, fijándolo determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara.

Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el “clímax” de la obra, en una fotografía o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucha más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento.

Un escritor argentino, muy amigo del boxeo, me decía que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario.
Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran, y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia abajo del espacio literario.

Y esto, que así expresado parece una metáfora, expresa sin embargo lo esencial del método. El tiempo del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como condenados, sometidos a una alta presión espiritual y formal para provocar esa “apertura” a que me refería antes. Basta preguntarse por qué un determinado cuento es malo. No es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema. Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka.
Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas. (...) Un cuento es significativo cuando quiebra sus propios límites con esa explosión de energía espiritual que ilumina bruscamente algo que va mucho más allá de la pequeña y a veces miserable anécdota que cuenta. Pienso, por ejemplo, en el tema de la mayoría de los admirables relatos de Antón Chéjov. ¿Qué hay allí que no sea tristemente cotidiano, mediocre, muchas veces conformista o inútilmente rebelde? (…) Y sin embargo, los cuentos de Katherine Mansfield, de Chéjov, son significativos, algo estalla en ellos mientras los leemos y nos proponen una especie de ruptura de lo cotidiano que va mucho más allá de la anécdota reseñada.
Ahora bien, aprovechemos la oportunidad para oír el comienzo de un buén cuento del Maestro: Aquel dedicado a las instrucciones para dar cuerda a un reloj. Claro está que era otra época, previa a la aparición de los quarz; pero qué importa?. Es a Cortázar a quien queremos escuchar. Veamos una bella muestra de su literatura: