miércoles, 30 de junio de 2010


SARAMAGO, EL HOMBRE Y LA MAQUINA

Se ha ido el Maestro Saramago, el buen escritor que para muchos seguirá asociado a una posición existencial frente al mundo, a mitos primigenios como la caverna, la ceguera, el hastío, y a asuntos imposibles pero reales como los sueños y los elefantes. Es bueno dejar que sus propias palabras hablen por él mismo, más que hablar sobre su historia personal o sus motivaciones, sus largos tiempos de silencio en la escritura y su renacimiento en la madurez hasta la consagración del Nobel, y más importante aún la de sus lectores en todo el mundo.

Recordemos hoy uno sus mejores relatos breves, “Embargo”, seleccionado como cuento del mes por el director del excelente blog "Ciudad Seva", del escritor puertorriqueño Luis López Nieves (lo transcribo en esa versión, al final de la columna de la derecha de este blog).
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Y he aquí mi comentario:
El tema de fondo del relato de Saramago, es una noticia que pudo haber sido: un embargo petrolero en un frío Diciembre, con la escacez de gasolina en las calles de una ciudad como las otras, quizás en Europa. Un hombre como otros, que se mueve entre el calor de su casa y el laberinto representado por su esposa, y las relaciones entre él y su auto que termina tomando vida propia y conduciendo su vida y su final. Es un cuento a lo clásico, con un narrador omnisciente, contado en un pasado que a ratos se queda allí mismo y por otros momentos continúa en la narración, que escudriña algunas de las características existenciales de su personaje, con mezcla de frases cortas y medianas, sin exceso de adjetivos, con algunas repeticiones funcionales, con un final no previsible pero cerrado...

Cómo no reconocer aquí la contribución del algunos latinoamericanos?: La presencia activa, consciente o no, de Cortázar, y las máquinas que dominan al hombre, el auto como una caverna traslúcida y con palpitaciones animales; o el Borges de la ceguera, con figuras como el “sueño degollado”, y la lucha que conduce a un destino fatal… Pero existen también figuras propias de otras fuentes: el “ojo encuadrado de la madrugada” que describe la ventana, la relación entre luz y niebla, día y noche, la imposibilidad de dar vuelta atrás, y el agotamiento de combustible que hará que todo se trastoque y se llegue al final; también, el hombre atrapado por su auto al que consideraba “un capullo caliente y empañado que lo aislaba del mundo”.

Y por sobre todo, un truco magnífico: Existe un personaje central, alrededor del cual se construye el cuento. Si el narrador es omnisciente, el punto de vista es el del personaje humano, y es él también el eje de la narración; pero poco a poco nos damos cuenta que aparece otro actor, al principio oculto y luego explícito: el auto. Tiene vida propia, con sus deseos y caprichos, y terminará reduciendo al personaje humano hasta equipararlo ya no a un insecto como Kafka, sino a alguien que termina pereciendo al borde del camino, más cercano a una rata muerta al borde de la calle, que marca el comienzo del relato. Comienzo y final del cuento se entrelazan, en una especie de tiempo circular, pese a que la narración transcurre en un día. No es por supuesto el larguísimo y a veces chocante día del señor Blum de Joyce; la narración termina atrapándonos: los tiempos se juntan, la lluvia es un continuo a lo largo del cuento, el interior del auto y el mundo terminan cumpliendo su trágico destino, el único sitio seguro se convierte en la perdición, y a fin de cuentas lo único con lo cual puede contarse es el amor, el laberinto y la mujer.

Una visión pesimista de la tecnología, del trabajo y del mundo, pero bien narrada y que atrapa al lector. Veamos entonces, el cuento “El embargo” (ver al final de la columna de la derecha en este blog). El auto de Saramago ha llegado al final de su camino, por ahora. Su cuerpo lo ha dejado ir para que acompañe sus libros y sus relaciones con sus múltiples lectores, que es a fin de cuentas lo que vale la vida del escritor. La vida continúa y no siempre hay lluvia y máquinas que piensan por si mismas. Hoy, donde me encuentro, el cielo es azul en el verano del mediodía francés, como debe serlo quizás en la hermosa y volcánica Lanzarote, la última estación de la ruta de Saramago en esta vida. Disfrutemos su cuento y recordemos que su obra forma parte del legado de quienes, con sus escritos, nos recuerdan que el ser humano es más que un consumidor de comida chatarra. En cuanto a la tecnología, no solo esclaviza; también puede ser liberadora.

Toulouse, frente al Canal du Midi, Junio 29 de 2010.