jueves, 14 de enero de 2010


TRANSPIRACION E INSPIRACION: GLORIA INES PELAEZ Y SU NOVELA "LA FRANCESA DE SANTA BARBARA"

El diario “El Espectador” de Bogotá, trae en su edición de hoy, un artículo de Jorge Cardona Alzate, sobre GLORIA INES PELAEZ, excelente escritora colombiana, antropóloga y amiga de sus amigos. Es mucho lo que podemos esperar en los próximos años de su pluma, su persistencia y su edición cuidadosa. Veamos el artículo de hoy:

‘La francesa de Santa Bárbara’
Una novela premiada que le da aire literario al Bicentenario de la Independencia.

Hace 15 años, atraída por descifrar la amalgama entre el pensamiento mágico precolombino y la ilustración europea, que dio lugar a la ciencia en la Nueva Granada, Gloria Inés Peláez empezó a visitar el Observatorio Astronómico. Edificado desde 1803 por iniciativa del sabio naturalista español José Celestino Mutis en el jardín de su Expedición Botánica, el escenario reconstruido le permitió visualizar el personaje que necesitaba para alentar su búsqueda: el abogado y comerciante Francisco José de Caldas.

Como deshaciendo su rastro, sumergida en la pasión por la historia, fue asimilando los pasos de su destino heroico. Su abolengo de Popayán, sus estudios, su rabia al saber que Mutis prefirió a su sobrino (como heredero) para la dirección de la Expedición Botánica, su matrimonio por poder, el impulso que lo volvió ingeniero militar en la causa patriótica, su fusilamiento por la espalda en octubre de 1816 en la Plazuela de San Francisco. El coprotagonista tenía nombre. Luego necesitaba la armadura de la época. Los escenarios de la Nueva Granada entre el final del Siglo de las Luces y los tiempos revolucionarios del XIX. Los planos de Santa Fe de Bogotá, las cartas, los periódicos, los libros, la voz de los especialistas. “El astrónomo e historiador Jorge Arias de Greiff fue vital en esa búsqueda”, admite Gloria Inés Peláez. Días, semanas, meses, años, su pasión de antropóloga volcada al encuentro de las tradiciones esotéricas mestizas, la efervescencia por la Independencia o las parafernalias sociales.
Lo demás lo hizo su disciplina de escritora. Ideó a una mujer resuelta, letrada, de origen francés, amiga de los naturalistas Humboldt y Bonpland durante su expedición a América. La concibió desnuda en la Cámara Stellata del Observatorio Astronómico, donde el sabio Caldas auscultaba el cielo o conspiraba con los criollos. La despojó de su corpiño, le quitó sus calzones de lino, la convirtió en amante y madre de un niño no reconocido. Con argumentos poéticos le dio vida literaria.

En 1999 fue una narración corta y con ella Gloria Inés Peláez obtuvo el Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Barrancabermeja. Dos años después crecieron sus páginas y fue incluida como capítulo de una antología de literatura erótica. En 2009, dejando que su personaje liberara sus sueños llegó a 139 cuartillas y la Universidad de Antioquia le otorgó el Premio Nacional de Novela. Ahora se llama “La francesa de Santa Bárbara” y su autora ya no puede tocar más el texto. Ahora le pertenece a sus lectores.

Acaba de ser publicada y, sin proponérselo, aparece en el momento preciso en que el Bicentenario de la Independencia requería también un aire literario. Justa retribución a una antropóloga de la Universidad Nacional nacida en Manizales, que siempre ha tenido clara su vocación por la palabra. Desde finales de los años 70, cuando en las noches en un viejo apartamento de Bogotá, sólo se oían las teclas de su máquina de escribir y, bajo el seudónimo de Miguelita de Acatán —un personaje de Asturias—, ella soñaba con hacerse escritora. Ahora lo es y a sus cinco distinciones como cuentista en diferentes concursos y el libro “Roa séptima con catorce”, con relatos sobre acontecimientos de Bogotá, ahora suma su primera novela, “de alta calidad literaria, transparencia de estilo, fluidez, solidez en la construcción y verosimilitud en el ambiente histórico”, como dejaron consignada en el acta los jurados del Premio Nacional de Novela de la Universidad de Antioquia. Con su silencio a cuestas, ella se limita a comentar: “Fue una novela de taller”.

Y es cierto. Formada en el Taller de Escritores de la Universidad Central que desde hace 29 años dirige el maestro Isaías Peña Gutiérrez, y luego en el Centro de Estudios Alejo Carpentier de Bogotá, sus amigos y colegas saben que “La francesa de Santa Bárbara” tuvo tantos lectores con guillotina como contertulios alentando su poética. De alguna manera todos ellos están inmersos en la impecable obra que la catedrática universitaria, guionista y antropóloga Gloria Inés Peláez entrega a los lectores.

Nota: La foto es de Oscar Pérez.

martes, 5 de enero de 2010


SOBRE LOS NUEVOS NARRADORES LATINOAMERICANOS (QUE NO ESCRIBEN LITERATURA LATINOAMERICANA)

Jorge Volpi nos recuerda que las generaciones posteriores al boom latinoamericano escriben, quizás desde América Latina o en otros países; y que con frecuencia algunos de los múltiples fragmentos de América Latina o del mundo están en sus escritos; pero que, a su vez, sería difícil hablar hoy día de una literatura latinoamericana específica, o con pretensiones de totalidad. Veamos dos párrafos de Volpi, el primero como un comentario elogioso de Bolaño y el segundo, como una posición generacional que no podemos desconocer. Veamos:
De manera genial e inesperada, Roberto Bolaño se empeñó en retorcer la idea de América Latina como no lo había hecho nadie desde García Márquez. Sus descripciones de México o Chile, por poner los ejemplos más notorios, se convirtieron en hologramas de América Latina: fragmentos truncos y dispersos, movedizos y volátiles, sin un sustento ideológico claro, que no pretendían ser leídos como piezas coherentes de un rompecabezas, como en el gigantesco ciclo “La edad del tiempo” de Fuentes, sino como trozos autónomos pero provistos con distintos niveles de información sobre América Latina en su conjunto. Su ambición no era la de Balzac —o, insisto, la de Fuentes o Vargas Llosa— y su objetivo estaba muy lejos de una enciclopedia de América Latina como la tramada por el Boom; sus textos pertenecen en cambio a otra era y se construyen de forma semejante a los vínculos de la Red: obras dispersas, de tamaño, composición y estilos variables, que se hallan interconectadas entre sí, y cuyas historias saltan de un formato a otro. Si uno hace clic en cierto lugar de La literatura nazi en América (1996) llega a Estrella distante (1996) o, a la inversa, un pasaje de Los detectives salvajes conduce a Amuleto (1999), por no hablar de las infinitas conexiones abiertas en 2666.

Los escritores nacidos a partir de los sesenta, si bien no dudan en buscar escenarios e historias ajenas a América Latina, continúan situando buena parte de sus libros en sus respectivos lugares de origen, aunque sin el anhelo de preservar los parámetros de la literatura nacional. No podemos leerlos como partes de un rompecabezas latinoamericano, porque ese rompecabezas es una ilusión: no hay nada que construir con ellos, no son ladrillos o piezas de un Lego que puedan ensamblarse para articular una obra mayor. Ahora los vínculos son fluidos, líquidos, nunca estáticos: uno acaso puede transitar de una novela a otra o de un relato a otro, pero no asimilarlos en un corpus común. Por el contrario, cada uno de estos libros constituye una unidad en sí misma o, en un sentido más trágico, un reflejo de las ruinas de América Latina, ese territorio mítico que fue imaginado —y celosamente protegido— por sus padres y abuelos, pero que ya no existe más. La utopía latinoamericana se ha desvanecido; nada queda de El Dorado excepto su memoria
.
Interesantes las afirmaciones de Volpi, ¿verdad?. Pero, ¿en todo García Márquez no se pulsa acaso la misma secuencia de relaciones que él cree que se inauguró con Bolaño? Por otra parte, debemos preguntarnos además: ¿Será Naipaul una representación de la literatura caribeña? ¿O Pitol, de la literatura mexicana o la del Nafta? ¿Acaso existe hoy en dia algo distinguible como “Literatura Argentina”, o Colombiana, o Peruana? ¿Existió alguna vez la "literatura centroamericana"? ¿Puede aun distinguirse la literatura francesa de la alemana contemporánea? ¿Qué es lo que caracteriza a la “literatura africana”? ¿Podemos hablar hoy dia de literatura egipcia, o sudafricana o senegalesa? Habrá algo característico de la literatura islandesa contemporánea? Y sin embargo, Auster, Pamuk o Fuentes no son tambien acaso representaciones locales?

Cuando existían las Escuelas o eran distinguibles, era fácil decir que los escritores de una Escuela se parecían entre ellos, y se distinguían de las Escuelas "vecinas" o competidoras. ¿Seria posible sostener esa distinción en nuestros días? ¿En que ha quedado la vieja receta que dice que un escritor debe expresar su realidad local o nacional? ¿Sera asi con Murakami, Banville o Baricco? ¿Lo fue en el caso de Conrad? ¿O con buena parte de la obra de Shakespeare? ¿Tendrá sentido pensar que cada escritor(a) de América Latina pretenda escribir el “Ulyses” de su ciudad o su región, o quizás del continente todo, como quizas pretendieron algunas de las sagas del boom?

Quizás debamos reconocer que nos movemos todos entre extremos diversos: Entre lo local, lo regional y lo universal; entre el realismo social, el "realismo sucio" y el elitismo preciosista de la palabra escrita; entre la subjetividad y la crónica; entre la pretension nacionalista y su contrario; entre la aspiración totalizadora y la diseccion de fragmentos de vida; entre la idea de que para ser universal hay que romper con el molde local, y aquella que sostiene que el localismo más profundo, puede ser en sí mismo universal, a condición de tratar temas que rompan con la lógica local y que esté elaborado con gran estética.

Todas estas aproximaciones son válidas y podríamos citar múltiples ejemplos en apoyo de unas u otras. Lo único claro es que existen latinoamericanos(as) que hacen literatura, pero no es claro si podemos seguir hablando de una "literatura latinoamericana". Logró el boom romper el cascarón? O creó uno nuevo que, algunos(as) tratan de atravesar hoy dia?