lunes, 21 de diciembre de 2009


LAS AVENTURAS Y DESVENTURAS INICIALES DE ANAGRAMA EN COLOMBIA

No conocía el libro de Jorge Herralde sobre sus experiencias editoriales en América Latina. Me picó la curiosidad al leer en el blog de Iván Thays “Moleskine Literario”, que entre otras cosas el editor explicaba allí las desventuras iniciales de la distribución de su sello editorial en Colombia. Así que aproveché la noche de saldos del viernes en el Centro Cultural García Márquez, librería y mucho más, uno de los mejores homenajes que Fondo de Cultura Económica haya podido rendir a un escritor latinoamericano. Y claro, encontré allí el libro, titulado “El optimismo de la voluntad: experiencias editoriales en América Latina”, que yo creía editado por el mismo Anagrama. Pero no, Jorge Herralde tiene no solo olfato literario y sentido comercial; el libro aparece impreso en México y bajo el sello editorial del Fondo, cuyas oficinas centrales quedan ahora camino al recordado Ajusco, el reservorio ecológico del sur de la ciudad mas grande de América Latina, en cuyas estribaciones de El Colegio de México, tuve la ocasión de hacer un postgrado durante tres duros y felices años de mi vida, y de enseñar por períodos prolongados otros cuatro. Herralde no lo sabe, pero por este solo hecho ya me encontraba bien dispuesto a examinar con atención su libro.

La introducción de Juan Villoro sorprende por su calidez, pese a la brevedad. Un párrafo resume su visión del editor-autor: “Herralde es un caso raro: se reúne con los autores como uno de ellos, entre otras cosas porque, más que el efecto de los libros, le interesan las condiciones que los hacen posibles”. No siempre se leen o escuchan elogios de este corte hacia un editor, por parte de un autor inteligente y valioso además como Villoro, de quien a propósito me acabo de comprar “Llamadas de Amsterdam”.

El libro de Herralde es interesante. Pero hablemos aquí de lo que motivó mi curiosidad y parte de la de Iván Thays. Afirma el editor que la historia de la distribución de sus libros en Colombia, es la más desdichada de su sello en América Latina, y ello explicaría por qué su fondo editorial tiene muy pocos autores colombianos. Explicación que de hecho no tiene por qué ser acertada; lo que demuestra es que las antenas del editor dependen en buena medida de la retroalimentación que sus distribuidores le den en los diversos países de habla hispana, o de la visión monocolor que su propia experiencia personal le da sobre un país. El hecho es que por un azar del destino, Herralde cayó primero con un extraño personaje del mundo editorial colombiano de apellido Katarayn. Todavía está esperando Herralde a que este nefasto "editor" a quienes algunos hubieran comparado hoy con varios personajes de las películas "Piratas del Caribe", le pague los libros enviados desde 1970. Cayeron también en sus manos, agentes editoriales de la mejor calidad como la celebre Carmen Balcells, la eterna agente de García Márquez, entre otros. Descubierto el engañador, la distribución pasó a hacerse desde Barcelona (es decir, “misión Imposible”) por una sociedad que por supuesto no dió resultados, como tampoco los produjo la distribución por unos empresarios chilenos.

Apeló entonces Herralde a un mecanismo más bien artesanal: un trato directo con las librerías: En este caso las más serias y acreditadas: Lerner, Buchholz, y la Tercer Mundo que fue en su tiempo una excelente editorial. Pero la distribución era pequeña, irregular y de muy alto costo, lo cual explica también su ausencia, salvo en las bibliotecas de algunos entendidos que habían sido escogidos por la diosa fortuna. La situación continuó así hasta 1990. Sólo hasta ese año, a raíz de una visita a la Feria del Libro de Bogotá, Herralde estableció contacto con la distribuidora Intermedio, creación de una asociación entre el Grupo El Tiempo y del Círculo de Lectores; el asunto prometía al fin, pero tampoco funcionó durantge un tiempo, esta vez porque las características de Anagrama eran diferentes a las de distribución del periódico El Tiempo, y a las de suscripción rotativa del Círculo de Lectores. Incluso afirma Herralde que uno de los directores de la distribuidora, preguntó alguna vez, cual era la diferencia entre “ficción” y “no ficción”. Claro está no le confiaríamos para distribuir, ni un soneto! ¿Se imagina el lector que un distribuidor de alimentos no conozca la diferencia entre la leche de vaca y la de soya? ¿O que confunda la Coca-Cola con el jugo de mora? Bueno, es cierto que algunos políticos en el mundo confunden patrimonio público y privado…!

Hasta que al fin, nombraron personas apropiadas en la distribuidora. Pasaron por fín los 20 años de desventuras y ausencias. Y colorín colorado… El resto es más conocido: Invitaciones sucesivas a los autores para asistir a la Feria del Libro de Bogotá, y al Festival de la revista El Malpensante, así como al Hay Festival en su versión de Cartagena de Indias. Como corolario, menciona Herralde el proceso de selección de los mejores 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años, que tuvo como jurados a los escritores colombianos Oscar Collazos, Piedad Bonnet y Héctor Abad Faciolince. Esta selección, fue seguida de una exitosa reunión de los 39, en Bogotá, “con los egos aparcados, un milagro adicional”. Siete de esos escritores tienen libros publicados por Anagrama.

Cabria decir que parece necesario añadir con el tiempo, una buena serie de autores colombianos que complemente la muy escasa en la cual figuran por fortuna Oscar Collazos, el excelente Evelio Rosero, y Laura Restrepo. Menciona finalmente Herralde la innovación de Carmen Balcells, de contratar ediciones no exclusivas de ciertas obras, con lo cual el editor compite con otros, en ciertos títulos en el mercado. Ello explica por qué encontramos a la vez versiones de Planeta y Anagrama de la magnífica novela corta de García Márquez “El coronel no tiene quien le escriba”. Recuerdo de paso que García Márquez afirmó alguna vez que quiso escribir “Cien años de soledad”, para que la gente leyera “El coronel…”. Pero muy a su pesar, la gran saga superó al modelo inicial. Tengo presente también que algunos lúcidos escritores como el peruano Alonso Cueto, piensan que “El amor en los tiempos del cólera” es la obra de García Márquez que probablemente se leerá más dentro de cien años.

Ahora entiendo la afirmación de Iván Thays. La historia de las aventuras y desventuras de Herralde y Anagrama literario en Colombia no deja de ser fascinante. Nos enseña mucho también sobre el mundo de la distribución, paso intermedio entre la edición y el público, que a veces solemos olvidar. Por algo será que los distribuidores suelen cobrar por sus servicios, un porcentaje alto, hasta 35% del precio de venta al público! Pero no podemos ser ingenuos: sin editores ni distribuidores, tampoco habría ni libros ni ventas. Claro que por fortuna, sin escritores tampoco habría libros: todo sería nada más que papel en blanco encuadernado. Solo faltan en este mapa los lectores...